La idea de que nuestros nombres están entrelazados con nuestro destino tiene raíces bíblicas: según el libro del Génesis, Abram cambió su nombre por el de Abraham para adaptarse a su rol de "padre de multitudes", que es el significado de Abraham en idioma hebreo.
Pues bien: en los últimos años diversos estudios científicos han respaldado la relación entre nombre y destino, asegurando que las personas se dejan influir por los nombres al decidir con quién casarse, en qué calle vivirán, con quién formarán pareja y hasta el trabajo con el cual se ganarán la vida, entre otras cosas.